La interculturalidad en el siglo XXI

La interculturalidad en el siglo XXI

25 noviembre 2020 Constanza Kaliks Visto 13277 veces

Cómo comprender al otro, a la persona ajena. La interculturalidad en el siglo XXI. Una conferencia de Constanza Kaliks y Paula Edelstein, ofrecida el 16 de noviembre de 2020 en el marco del ciclo de conferencias de la Dirección del Goetheanum, ‹Los signos del presente›.


Alocución introductoria a cargo de Ueli Hurter

En su alocución introductoria, Ueli Hurter menciona que el tema de la interculturalidad está relacionado por un lado con el origen y la biografía de Constanza Kaliks (con raíces familiares en Rusia y Ucrania, y estaciones de la vida en Chile y Brasil, y Suiza), y por otro lado tiene que ver con la actual situación de pandemia, que también afecta a prácticamente todos los países del mundo. En esta situación crítica, surge la cuestión central de sí somos todos seres humanos iguales dentro de una gran cultura global, y la cuestión ulterior de si puede haber un clima cultural en el que la pertenencia a la humanidad global pueda compaginarse con respuestas y responsabilidades individuales. Estas últimas tienen la necesidad de ser reconocidas como elementos importantes para la construcción de la interculturalidad.

Otro aspecto intercultural de la conferencia fue que Paula Edelstein estaba conectada mediante internet desde Buenos Aires, y que Constanza Kaliks se encargaba de la función de interlocutora e intérprete entre el español y el alemán.

Constanza Kaliks: Hablar de interculturalidad significa hablar de una variedad de voces, lenguas y experiencias, cosa que en principio solo es posible a través del diálogo. Por eso me alegro mucho de que podamos celebrar un encuentro con Paula Edelstein, entre Argentina y Suiza. Paula lleva 20 años de actividad científica investigativa y una vasta experiencia con distintas comunidades que se formaron en las favelas de Buenos Aires, con contextos culturales de distintos países de Latinoamérica. También es maestra de los grados superiores en una escuela Waldorf, y docente en el Instituto Superior de Formación Docente Perito Moreno en Buenos Aires. Desde hace 20 años ha trabajado por la interculturalidad en la pedagogía, integrando la didáctica de la Pedagogía Waldorf con la investigación sobre el modelo intercultural para la enseñanza. Su trabajo socio-pedagógico en instituciones comunitarias y en escuelas públicas de barrios periféricos de la ciudad de Buenos Aires incluye muchos de los aspectos interculturales que queremos tratar en esta conferencia.

Constanza Kaliks da la palabra a Paula Edelstein (minuto 2:55 en el video disponible).

Paula Edelstein: Muchas gracias por la invitación. Espero que esta conferencia sea el primer paso para un encuentro de convergencias. Tengo conmigo a mi colega Martin Hermann que se encargará de la interpretación simultánea alemán a español.

Constanza Kaliks: Vamos a enfocar el tema de la interculturalidad desde la pedagogía, porque en ella es en donde ambas tenemos una amplia experiencia, y en donde tenemos el corazón.

La interdependencia, sentida con más agudeza en la situación de crisis

La situación de coronavirus ha hecho que muchos de los problemas sociales se hayan hecho más visibles y más agudos. La pandemia, aparte de constituir un problema en sí, nos ha forzado a desarrollar una conciencia sobre problemas que llevan existiendo décadas. Un factor común de estos problemas es la injusticia que domina en los entornos en los que el ser humano tiene que encarnarse hoy. No todos tienen la oportunidad de desplegar sus capacidades y talentos en la forma digna que desearíamos. Con la pandemia, las situaciones de injustica se han agravado. Por ejemplo, en un informe estadístico de la UNESCO se puede leer que, adicionalmente a los muchos millones de niños hambrientos que había en el mundo antes de la pandemia, hay que sumar ahora otros 150 millones. Esto se explica en gran parte por el cierre de las escuelas, en las que, antes, los niños todavía tenían su comida diaria. En el mismo informe se lee “Esta es una crisis global, y muchos niños sufrirán sus consecuencias para el resto de su vida.”

¿Cómo es nuestra actitud en vista de estos datos? Como todos tenemos la oportunidad de informarnos en los medios si tenemos el suficiente interés, también todos tenemos una responsabilidad de buscar y adquirir informaciones y conocimientos, pero además de ello hay una amplia responsabilidad mutua. Porque no podemos esperar o desear que serán unas pocas personas las que se encargarán de presentar soluciones.

La tarea es inmensa pero no queda otro camino que asumirla conjuntamente, cada uno en el sitio en el que pueda ser activo y eficaz. La pandemia hace palpable la condición general de interdependencia, que en el fondo señala la necesidad de solidaridad y cooperación general, independiente de situaciones de crisis – una condición que se da por el mero hecho de estar en el mundo y compartir el mismo planeta.

¿Cómo podemos asumir este reto, esta tarea kármica? Si nuestra existencia se vertebra en la dependencia mutua, nos tenemos que plantear de una forma radical la cuestión de la ajenidad del otro. La ajenidad del otro es algo que experimentamos diariamente. Y la pregunta es en cada momento cómo podemos comprender el ser del otro. Formulando la pregunta con otras palabras: ¿Podemos asumir la condición de interdependencia y la tarea de cooperación si la alteridad del otro queda sin reconocer?

Hemos decidido abordar nuestro tema de la interculturalidad en tres enfoques, que son todos de naturaleza pedagógica; en particular, vamos a enfocar el ejercicio de querer conocer al otro en su particularidad y como entidad única con la ayuda de indicaciones pedagógicas de Rudolf Steiner. Los tres aspectos son los siguientes:

  • La pertenencia del ser humano a comunidades y culturas diversas. Todos tenemos una compleja pluralidad de tipos de afiliación o pertenencia. No todas son del todo conscientes; de todas formas juegan
    un papel importante en nuestra vida.
  • La interdependencia o dependencia mutua, es decir el hecho de que tenemos referentes fundamentales: personas concretas y lugares concretos con los que estamos estrechamente relacionados por la sencilla condición de estar en el mundo.
  • La identidad del ser humano como realidad singular y única.

A nuestro ver, la práctica y el ejercicio de estos tres aspectos puede ser una aportación al objetivo de una interculturalidad viva.

La pertenencia

Empecemos con el primer aspecto, el de los distintos tipos de pertenencia. En nuestro tiempo, la sensación de pertenencia a un grupo o mundo común sufre el peligro de perderse en varios sentidos, por ejemplo si pensamos en la situación de migrantes y desplazados que han perdido la conexión inmediata con su patria.

Paula Edelstein empieza a explicar cómo descubrió la importancia del tema de la interculturalidad en su entorno de trabajo.

Cuando en nuestro grupo de investigación se analizó las causas del fracaso escolar de niños que habitan los barrios de escasez y complejidad de la periferia de Buenos Aires, nos llamó la atención que en el fondo la mayoría de los niños tenían muchas ganas y una gran avidez de aprender. Sin embargo presentaban esta actitud solo en su entorno social más inmediato, no en el entorno escolar. Su comportamiento en las escuelas era, bien transgresor y reactivo, o bien retraído, sin responder a los maestros. Cuando nos entrevistamos con las maestras, ellas solo pudieron expresar su impotencia y frustración frente a tal situación. Entonces para nosotros surgió la pregunta de si el problema solo estaba en los niños supuestamente complicados, o también en la escuela. Posiblemente era necesario que los maestros cambiasen de actitud y que conocieran mejor a los niños y sus condiciones de vida. De hecho pudimos averiguar que entre la propuesta de la escuela y los lenguajes de los habitantes de estos barrios había un abismo. Un abismo creado por siglos de discriminación a los pueblos originarios y migrantes. Una distancia que violenta al ser porque lo desconoce.

Llegamos a la conclusión de que las causas del fracaso escolar de estos niños no residían en sus cualidades sino en la distancia cultural. En el ambiente de distancia, los niños no podían expresarse, no podían aprender. La distancia cultural había provocado en ellos una estrategia de defensa. En el entorno de sus barrios, los niños sobreviven y se despliegan con fortaleza y creatividad. Sin embargo, fuera de la zona protegida familiar, ocultan su identidad, porque el sistema la considera vergonzante, ya que se refiera al color de su piel, su origen o el trabajo de sus padres. Sus familias les enseñan a adaptarse para desarrollar una sensación de pertenencia. Pero esto es una calle sin salida porque es imposible ocultar las propias pertenencias. Cambiar de pertenencia significa olvidarse de lo que somos; permanecer en la misma pertenencia puede significar que la discriminación siga como antes.

Para salir de este conflicto, era necesario que las maestras hicieran la labor de entender mejor a estos niños. Cerrar el abismo de la discriminación suponía un verdadero esfuerzo. Porque el objetivo fue llevar al aula las imágenes de la vida cotidiana de los niños, incluyendo su lenguaje: Por ejemplo sus entornos naturales, los cartones que recogen para venderlos, la vida en la calle, etc. En este contexto fue necesario y posible aprender detalles de la vida de los niños.

Continúa Constanza Kaliks con su conferencia:

El impulso pedagógico de Rudolf Steiner nos ayuda mucho en la tarea de aprender a reconocer el entorno social ajeno. La Pedagogía Waldorf se orienta en el ser individual del niño, y en este proceso se orienta también en la historia, el entorno y el complejo de las membresías del niño. Estas son de hecho el eje orientativo para la acción pedagógica, Es la tarea de la pedagogía percibir el anclaje de la pertenencia del niño, incluso a nivel de su cuerpo físico, incluyendo también la manera en la que el entorno del niño resuena con él.

Interdependencia

El segundo aspecto de ejercitar y aprender una técnica intercultural, es la interdependencia o dependencia mutua, que nos es dada como parte de nuestra condición humana. Como mencioné antes, la interdependencia siempre tiene un contexto concreto: Los lugares que me permitieron ver y escuchar, y las personas que me permitieron ver y escuchar el mundo. Y una vez más, la pedagogía de Rudolf Steiner da un fuerte impulso para reconocer la realidad concreta de la persona ajena, y para reconocer el lugar concreto y particular en el que vivimos.

Hemos preparado una cita de Rudolf Steiner que expresa muy bien esta intencionalidad pedagógica:

“No se trata de idear, lejos de la realidad, conceptos de cómo educar los niños; de lo que se trata es de cómo, en medio del entorno social, conseguir que los niños puedan mantener su dignidad humana. Debemos, pues, esforzarnos para no privar a los niños de la vida que viven en su medio social particular. Debemos tener el coraje para ello. Este es un punto muy relacionado con el significado universal de la pedagogía.”

¿Cómo podemos desarrollar una pedagogía que tome la realidad interpersonal como fundamento para el aprender a estar en el mundo? Si no tenemos relaciones personales, tampoco tenemos ningún motivo para conocer el mundo y el ser humano, ni podemos tener motivación alguna para aprender. La interculturalidad se produce en la relación concreta entre dos personas diferentes. ¿Y cómo podemos practicar esta esfera intermedia entre dos o más personas?

Continúa Paula Edelstein:

Nuestra filosofía es que el aula es el lugar ideal para este espacio de encuentro. Cada vez que nos involucramos con genuino interés en el lugar donde trabajábamos, cada vez que volvemos a mirar las cosas de cerca, descubrimos nuevas expresiones, realidades, relatos y pertenencias.

Con esta actitud intentamos conocer la realidad de los niños. Descubrimos mundos que luego acogimos en el aula. Porque las personas que viven en los barrios en los que trabajábamos vienen de lejos y traen consigo sus territorios. Entonces el altiplano de los Andes, las selvas y ríos, pero también los ancestros de los niños, entraron en el aula. Entraron con sus orígenes y con el conocimiento milenario que traen con ellos. Y cuando pudimos descorrer el velo del ocultamiento, cuando pudimos superar la distancia agresiva, pudimos hablar de muchas cosas.

Pudimos hablar del monte y de los recuerdos de los ancestros de este monte, y del dolor causado por el hecho de que estos montes hoy están desforestados. Pudimos hablar de los ríos y peces y pescadores, de la contaminación que mata los peces, de la necesidad de abandonar estos lugares queridos para buscar maneras de sobrevivir.

También hablamos de las estrategias que los niños despliegan a este fin. Estrategias con máxima efectividad y mínimo de recursos, por ejemplo el reto de montar una olla común para que todos tengan algo de comer, o la manera de organizar la recogida y venta de cartones. Cuando comentamos todos estos detalles, el aula se llenó de contenidos, y pudimos profundizar conceptos como por ejemplo el trabajo, el entorno, la migración. Moviendo estos conceptos en el contexto de la cultura original de los niños, pudimos sentir que sus voces traían el sentido y la experiencia profunda de pueblos milenarios, con una larga historia y un presente muy vivo. Fue todo un proceso de descubrir la propia cultura, en el que todos pudimos vivenciar lo estrecho que el ser humano está ligado a su entorno y a la naturaleza, y cómo la relación con el entorno y la naturaleza se vive de un modo distinto en cada persona. El desarrollo de cada persona es individual, pero para que suceda tenemos que formar una comunidad.

Esta manera viva de aprender significa que, por ejemplo, un bosque no sea concebido bajo el criterio económico (como el número de toneladas de madera). Porque conocemos la multitud de seres que habitan el bosque y sentimos dolor cuando un terreno queda deforestado. Surgió la pregunta de qué pasaría si los ingenieros y geólogos de hoy hubieran aprendido a respetar el bosque así. ¿Seguirían ejerciendo los planes de deforestación? ¿Cuáles habrían sido las soluciones alternativas? El resultado del discurso y la escucha entre todos fue que podíamos ser mucho más respetuosos con nuestro entorno.

Expresando sus experiencias y puntos de vista, los niños pudieron reforzar su identidad. Y esto les dio alas para hablar, preguntar y querer aprender más.

La identidad única del otro

El tercer aspecto de la interculturalidad, el reconocimiento de la identidad única del otro, posiblemente es el mayor reto. Sabemos muy bien que los estándares de una cultura no pueden aplicarse del todo a otra. Esto también es cierto a nivel individual: mis propios convicciones no tienen que ser las del otro. Para aproximarme a la realidad del otro, tengo que sumergirme en su ser. Y ahí entra otro principio fundamental del arte de educar de Rudolf Steiner: acercarse paso a paso a la identidad del otro, sin olvidar que el otro siempre debe permanecer como un enigma para nosotros. No tiene sentido descifrar el misterio del otro, sin embargo puedo intentar aproximarme a él entendiéndole desde su realidad. Es un intento permanente que nos coloca en el centro de nuestra humanidad. En las recientes manifestaciones contra el racismo en Estados Unidos después de que se produjeron varios homicidios, se escuchó reiteradamente la frase importante de “say her name” / “say his name”. No se trata de cualquier persona; se trata de esta persona en concreto.

En ‹La filosofía de la libertad›, Rudolf Steiner habla de la unicidad de la persona diciendo que cada ser humano, desde el punto de vista de su individualidad, constituye un género en sí. En el contexto de este tema voy a citar unas frases del escritor mozambiqueño Mía Couto, que escribe sobre la enorme riqueza intercultural y la increíble pobreza de gran parte de la población de Mozambique:

En una de las narraciones de Mía Couto hay un protagonista, Joao, que se gana la vida capturando y vendiendo pájaros. Un día un policía le interroga sobre lo que pretende hacer con los pájaros que guardaba en un baúl, y en esta ocasión también le pregunta por su raza: A lo que Joao le responde: “Mi raza soy yo mismo. La persona es una humanidad individual. Cada hombre es una raza, señor policía.

Continúa Paula Edelstein:

En el contexto mundial actual, nosotros nos preguntamos qué lugar quiere y puede ocupar la educación. Y si tenemos la escuela como lugar de educación y construcción mancomunado, como un tiempo de reconocimiento propio para encontrarnos con los demás, y de ahí desplegarnos en el mundo que habitamos, entonces podemos concebir la escuela como espacio para hacer este trabajo. Como es un trabajo propio y con otros, me permitirá forjarme como persona, en comunidad.

Consideramos que es urgente dejar entrar en el aula esta riqueza de conocimientos, y en una forma que puedan dialogar entre ellos. En mi experiencia con los referentes de los pueblos indígenas, conocí de cerca el potencial de tal diálogo. Un diálogo al que también nos invitan Rudolf Steiner y la Pedagogía Waldorf. Por eso entendemos el aula como una ronda, como una forma de estar juntos. El círculo es un buen símbolo para el diálogo que queremos construir. En esta forma circula la palabra, se entrecruzan horizontes y miradas, y el conocimiento que se produce es plural. En tal círculo o diálogo no hay ni abismos ni distancias violentas, y se desarman las asimetrías. En mi experiencia, la escucha fue algo muy enriquecedor, dejando entrar estas voces acalladas y silenciadas por el relato oficial. De este modo pude descubrir el mundo en el que viven estos niños.

Por otro lado pude entender mejor los sistemas de conocimiento oficiales, con su propia lógica distinta, y esto incluso me permitió descubrir cosas nuevas de mí misma y ampliar mis propias pertenencias. También desarrollé mejor mi propio ser social. Y cuando llevé todo esto conmigo a otras aulas, por ejemplo enseñando la astronomía poniendo al lado del calendario andino el calendario occidental, los jóvenes que escucharon estas historias y aprendieron de esta forma, también descubrieron cosas de sí mismos. Cada vez que un joven escuchó una voz verdadera y real, se hizo preguntas nuevas sobre sí mismo y quiso saber más de los demás.

Conclusión

Constanza Kaliks: ¿Podemos aprender a cuidar esta mutualidad y interculturalidad como elemento constitutivo en lo social pero también como constitutivo para la Tierra y para nosotros como seres humanos? Esta ha sido la pregunta que hemos estado tratando a lo largo de esta conferencia. Y creemos que el aula es el lugar privilegiado para los retos de aprendizaje en general, tan presentes para la humanidad actual. Un lugar para el reconocimiento de que cada persona es única y merece la atención acorde con ella misma.

Queremos concluir estas reflexiones con palabras de Paulo Freire, el gran pedagogo brasileño del siglo XX, que dedicó su vida al aprendizaje, al conocimiento del ser humano y al conocimiento de la riqueza del ser humano.

“La vocación de ser más no es el privilegio de unos pocos sino el derecho de todos los seres humanos”.


    Su ayuda nos da fuerza y confianza en el futuro.


    Video de la conferencia en alemán.

    Traducción y resumen por Michael Kranawetvogl.

    Constanza Kaliks es directora de la Sección de los Jóvenes en el Goetheanum, y es miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Antroposófica General.

    Paula Edelstein participa en un programa de investigación del Departamento de Educación de la Universidad Nacional de Luján, titulado "Relaciones entre las didácticas específicas y las identidades culturales: un enfoque interdisciplinario". Directora: Dra. María del Carmen Maimone. En el programa colaboran: un equipo de didáctica de las ciencias, un equipo de profesores, un equipo de didáctica de la geografía y Paula Edelstein (en colaboración con el Instituto Superior de Formación Docente Perito Moreno).